¿Estar ‘En Línea’ significa que debo responder?

Hace poco tuve un desacuerdo con un conocido que me exigía responder a sus mensajes de Instagram DM con la inmediatez que su desesperación o ‘falta de atención’ requerían. Dicho con sus propias palabras…

En ese instante, me encontraba teniendo una crisis emocional y llevaba ya unos meses aislada del mundo y de mis amigos más cercanos para encontrar las bases emocionales y racionales que yo necesitaba en ese momento, y lejos de disfrutar la conversación con una persona nueva que pudiera abrir mis perspectivas y enseñarme a conectar de nuevo, me sentí obligada a responder y actuar de una forma que simplemente no nacía para mí en ese momento. 🫠

La discusión se hizo cada vez más frecuente, siendo esta persona quien me escribiría al instante en el que yo subiera una historia nueva en mi perfil de Instagram o al ver mi última conexión hace 5 minutos.

Asumo que él, sin tener muy claro mi trabajo como especialista digital ni mi situación emocional, me dijo que no había pretextos ni razones para no responderle con rapidez y constancia los 10 mensajes – no miento – que me acababa de enviar 2 minutos atrás. Fue en este momento en donde hice una pausa hacia mí misma, quitándome la sensación de culpa por mis respuestas y pensé; -¿Realmente quiero seguirme explicando con esta persona cada vez que entro a esta conversación?

Por el bien de ambos, le dije que no le permitiría controlar ni imponerme su forma de conversar o la inmediatez de responder. El hombre me mandó unas 5 notas de voz por Instagram DM que siguen esperando en mi bandeja de entrada. Por supuesto que no las abriré.

Una discusión sin sentido y sin fin. Estoy segura que a ti también te ha llegado a pasar. ¿Cierto?

Las redes sociales han dado pasos agigantados sobre nuestra manera de interactuar y acercarnos a los mundos de las personas que queremos a través de nuestro feed.

Mi primer recuerdo sobre la sensación de presión para responder, son los ‘Zumbidos’ de chat de Messenger. En ese momento los experimenté más como un gesto divertido y bromista hacia mis mejores amigas como cuando teníamos la urgencia de contarnos alguna cosa vanal, como un chisme. Después de eso, recuerdo los BB PINGS de BlackBerry, por ahí del 2014. En este momento recibir un PING era algo mucho más urgente, del nivel de: – Te estoy esperando afuera – o – ¿Te llegó mi paquete? – o – ¡Me urge que me contestes! En este punto, ya recuerdo a un par de personitas apasionadas que llenaban mis conversaciones de PINGS y eran los inicios de una serie interminable de vibraciones en mi bolsa que al revisarlas, no tenían razón de ser.

Y lo siguiente que recuerdo, es la aparición de las redes sociales como las conocemos hoy. En mi caso, yo empecé con mi coquetísima cuenta de Hi5. Después las de Facebook, Twitter, WhatsApp, Snapchat, Vine, y finalmente las reinas del momento, Instagram, TikTok y BeReal. (Ésta última se ha vuelto mi peor unfriendly reminder para entrar a ver redes sociales bajo su exigencia jajaja)

Como era la costumbre, siempre tuve un nivel de respuesta rápido e inmediato pues todavía compartía esta sensación de emoción y conectividad con mis amigos. Pero si hoy me preguntan – y más trabajando como especialista digital – lo que menos se me antoja la mayoría de las veces y menos en el poco tiempo libre que tengo, es abrir mis mensajes de WhatsApp. Por motivos de ansiedad, trabajo, inestabilidad emocional, X o Y, aprendí a tomar distancia de mi consumo personal de las plataformas para cuidar de mi salud mental y no perder el foco de mi persona tras las apariencias de las redes sociales.

Nunca había tenido la experiencia de conversar con una persona al grado de querer bloquearla solo por el hecho de afectar el cuándo y cómo deseo responder a mis conversaciones.

Acepto que no soy la más constante para hacerlo por las diversas razones que ya te mencioné arriba, pero tampoco considero que por el hecho de que las plataformas hayan tomado hasta los espacios más íntimos de nuestras vidas, nosotros deberíamos seguir cediendo no sólo a la dinámica de las mismas, sino a la falta de consciencia sobre nuestro consumo exprés de interacciones, conversaciones, memes y TikToks que no tienen fin en nuestra vida digital.

Hoy tenemos cada parte de nuestro día asignada a brindar atención a las múltiples plataformas que utilizamos por motivos personales y de trabajo. Estoy segura que no soy la única que se levanta por la mañana para abrir inmediatamente los mensajes de WhatsApp, después un scroll intermitente pero constante a través de nuestro Instagram, Facebook y en el caso de los que los usamos, TikTok y BeReal para ponernos al día con las tendencias, la información y nuestras bandejas de entrada en el correo electrónico.

¿No merecemos, más que nunca, respetar nuestra forma personal de crear vínculos, interactuar, y dedicar el tiempo y cuidado que requieren nuestros medios digitales cuando nosotros lo consideremos mejor?

Y no me mal interpretes, eres libre de responder o mantener las conversaciones que a ti te gustan de forma tan fluída y rápida como normalmente te guste tenerlas pero, ¿por qué tenemos una necesidad cada vez más alta de exigencia en la respuesta de las otras personas que forman parte de nuestra vida?

¿Será esto el resultado de nuestra dinámica acelerada de consumo masivo, respuesta, servicio y estilo de compra? ¿Seguiremos reforzando esta forma urgente y efímera de conversar y conectar al pasar los años con todos los que nos rodean? o ¿seremos el factor de diferencia que impondrá límites en la forma de vincularnos de una forma más saludable y respetuosa hacia los demás?

No dejes que los medios digitales – ni las personas – alteren tu personalidad, tu manera de conversar o los tiempos asignados que tienes para consumir con total disposición y disfrute para ti. Somos nosotros quienes hacemos de la tecnología lo que queramos para seguir con nuestras vidas, aquí en el mundo real.

📱💕

Imagen elegida del perfil del artista Daniel Soto (danucho_kun)

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